viernes, 13 de marzo de 2009

ABBA -Waterloo


Un Día de Cine

Era el verano pasado, en Málaga, un fin de semana y aprovechando que mi querido esposo, como siempre, no tenía ganas de salir, quedé con mi hermano Juan, su esposa y un grupo de amigos de estos en ir al cine.

Antes decir, que mi hermano tiene doce años menos que yo. Tiene buen cuerpo, calvo y con una perilla canosa, que refleja una edad muy superior a la que tiene. Nuestras relaciones filiales son muy buenas y me encanta salir con él, tanto de paseo como irnos de viaje; explicándome los lugares a donde vamos, que es divertidísimo y lo pasamos muy bien.

Pues bueno, quedamos el grupo en vernos a las puertas del centro de ocio a donde veríamos que película íbamos a entrar. Una vez reunidos todo el grupo, unos veinte, con una edad mayoritaria de unos cuarenta y cinco años, se decide entrar a ver la película a la hora golfa, “Mamma Mia”, una comedia musical sobre canciones del grupo sueco Abba, (los que ganaron en los años setenta, Eurovisión con la canción “Waterloo”).

La noche empezó demasiado graciosa, mi hermano quedó en sacar las entradas para todos y cuando le tocaba a él, la taquillera que era una chica joven y para mi hermano miope, se dirigió a él diciéndole que para mayores de sesenta años la entrada cuesta más barata, preguntando cuantos eran los mayores de esta edad, a él se le vino “un taco” a la boca, pero se adelantó antes y con cara de enfado dijo que todo el grupo. No nos lo podíamos creer, empezamos a reírnos y todo el mundo nos miraba con cara extraña.

Ya en la sala y cuando la película empezó, dábamos, botes en la butaca, todas las canciones nos gustaba y no aguantando más, pasada la tercera canción nos pusimos a bailar de pie. El poco público, a parte de nosotros, que había en la sala nos miraba (eran mucho más jóvenes que nosotros) y al terminar estas nos aplaudían. Teníamos la adrenalina al máximo nivel y al terminar la película seguíamos bailando.

Mi hermano se adelantó y cuando estábamos en la calle, tenía este el coche aparcado encima de la acera, abierto y con el equipo de música del coche a todo volumen, con un cd de Abba puesto. Eufóricos perdidos con el chute de adrenalina anterior, seguimos bailando en plena calle, eran las dos de la madrugada y las pocas personas que había por allí, se vino a nuestro alrededor, algunas sacaron sus móviles y se pusieron a sacar fotos y grabarnos, pero la mayoría nos pedían si podían bailar con nosotros. Fueron unos momentos inolvidables, bailábamos una tras de otra y cuando se acabó el repertorio de canciones, estábamos rodeados de un grupo de jóvenes con más ganas de juerga que nosotros.

Mi hermano, que está “sembrao”, dijo que no podíamos seguir más, pues sino no nos dejarían entrar en la “residencia”.

Carmina Sánchez



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